En el Islam la mujer le corresponde un tercio de la herencia y al hombre los dos tercios restantes. La razón para que esto sea así, como lo explica un hadiz, es que el hombre tiene el deber de velar por los gastos de la familia, incluyendo a la mujer. Esta última regla, a su vez, se basa en la peculiar naturaleza del hombre, que lo hace menos sentimental que la mujer.
Permíteme dar una explicación más completa. Cuando una generación termina, su riqueza es heredada por la generación siguiente. De acuerdo con la ley islámica, de esta riqueza dos tercios son heredados por los hombres y un tercio por las mujeres. Los dos tercios que heredan los hombres deben utilizarse para el bienestar de toda la familia, mientras que las mujeres no están obligadas a compartir su tercio. De manera que, aunque a los hombres les corresponde los dos tercios de la riqueza, son las mujeres quienes en verdad gozan de los dos tercios de ésta (haciendo uso de su tercera parte y beneficiándose al mismo tiempo de los dos tercios destinados a los hombres.) Esta es la manera más equitativa de distribuir la riqueza —sin mencionar los efectos positivos que esta distribución tiene en mantener la unidad familiar (como se verá más adelante).
Fuente: EL ISLAM Y EL HOMBRE CONTEMPORANEO, (Conjunto de preguntas realizadas a Al-lamah Tabātabā’i); Editorial Elhame Shargh
www.islamoriente.com, Fundación Cultural Oriente
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