¿Qué es el propósito de la creación?

¿Qué es el propósito de la creación?



La razón por la que indagamos acerca del propósito de la creación es que cuando realizamos nuestras actividades personales y sociales, nos esforzamos por alcanzar ciertos objetivos e ideales que sirvan a nuestros propósitos: comemos para calmar el hambre; bebemos agua para saciar nuestra sed; nos vestimos para protegernos del clima hostil; hablamos para comunicar nuestras intenciones. Ninguna persona hace una actividad de forma consciente sin tener un propósito, sin la intención de sacar algún beneficio. Ya que este es nuestro caso, asumimos que el resto de criaturas inteligentes se comportan igual. Y entonces hacemos esta pregunta: “¿cuál es el propósito de Dios en la creación?” ¿pero, es válido hacer esta comparación? ¿todo el tiempo se puede extrapolar un principio que se emplea para algunos casos e incluir todos los casos? La respuesta es negativa.

La manera definitiva de encontrarle una respuesta a nuestra pregunta consiste en analizar el concepto de propósito, ya que nuestra pregunta no puede ser resuelta por medio de la inducción y el análisis de los innumerables casos a los que puede aplicarse. Luego de analizar las acciones voluntarias que realizamos en nuestra rutina diaria, resulta evidente que cada vez que actuamos, tenemos el propósito de alcanzar algún beneficio que satisfaga alguna de nuestras necesidades. Comemos con el propósito de calmar el hambre; una vez nuestro propósito ha sido satisfecho, ya no hay necesidad de continuar con la acción que nos ayudó a saciarlo. Esto pasa con toda acción que ejecutemos conscientemente, como beber, sentarnos, pararnos, escuchar, caminar, etc. Aún, las acciones que realizamos aparentemente sin ningún interés de nuestra parte (como las acciones que hacemos de forma altruista algunas veces), en el fondo nos reportan algún beneficio, este beneficio es el que nos impulsa a realizar dicha acción; en casos como el anterior, estamos satisfaciendo alguna necesidad emocional; por ejemplo, aliviarnos un poco de la pena que sentimos por los desamparados.

Basándonos en el análisis anterior, podemos concluir que generalmente el propósito que tenemos al realizar una acción consciente, es el anhelo de cumplir un deseo—satisfacer una necesidadque se logra con dicha acción.

Aparentemente, pareciera que estas acciones intencionadas, las realizaran sólo los agentes conscientes, los cuales poseen inteligencia y libre albedrío. Un análisis más profundo muestra que las mismas propiedades que rigen las acciones de éstos rigen las de los agentes inanimados. Un agente inanimado también posee ciertas facultades responsables de que pueda satisfacer sus necesidades naturales. Tal como en el caso de los agentes conscientes, los agentes inanimados se esfuerzan por llegar a un fin determinado, con el ánimo de satisfacer una inclinación inherente en ellos. Lo único que distingue a un agente consciente de uno inanimado es la consciencia: el agente consciente tiene conocimiento de lo que hace, mientras que el agente inanimado se guía ciegamente por lo que le dicta su naturaleza.

Presencia universal del propósito 

La discusión anterior es clara al decir que el propósito está presente en todas las criaturas, y ya que el principio de causa-efecto rige toda la creación, no hay posibilidad de que un agente realice alguna acción sin un propósito.

Tomemos por ejemplo un agente de cualquier clase: un humano, un insecto, un árbol de manzana, una espiga de trigo, un pedazo de hierro, una molécula de oxigeno; todos se parecen en cuanto a que se adaptan a su entorno y realizan ciertas acciones con el objeto de alcanzar un fin. Una vez el fin se ha alcanzado y el agente ha adquirido el beneficio que perseguía, la acción llega a su fin.

Lo anterior puede decirse aplica de forma general a las especies considerándolas formando grupos —la especie humana, las especies de caballos, los árboles de manzana, etc. Con sus actividades características, los individuos de todas las especies persiguen ciertos objetivos que les permitan compensar sus deficiencias inherentes y así garantizar la supervivencia de su especie. Y de manera más general, también podemos decir lo mismo del cosmos en su totalidad; cuyas distintas partes están enlazadas por un nexo cósmico.

En general, toda actividad que se emprenda, tiene un punto de origen y un punto final. La acción constituye una etapa intermedia durante la cual un ser pasa de un estado a otro. La acción comienza cuando un ser quiere satisfacer una necesidad. Este deseo puede ser causado por mera tendencia física (como es el caso de los fenómenos naturales), por instinto (como en los animales), o por una decisión consciente (como en el ser humano). La acción deja de realizarse cuando se ha satisfecho la necesidad, pero este final puede ser el comienzo de otra acción que persiga otro fin.

La explicación anterior basta para demostrar lo impensable de realizar una acción sin perseguir un fin en particular, o que la relación entre esta acción y su fin sea casual. Es igual de impensable que un agente inicie una acción sin que haya una relación de causalidad entre la acción y el fin que se persigue con ésta.

Los principios universales —uno de los cuales es el sorprendente orden causal que gobierna el cosmos— no pueden transgredirse. Ellos controlan el cosmos uniformemente, siendo imposible la casualidad.

De acuerdo con cierto erudito, la posibilidad de que un cuerpo compuesto de diez átomos exista al azar, es de una en diez billones. Por lo tanto, utilizar la casualidad para explicar los fenómenos del mundo es algo vano. El intelecto, el cual se origina en la naturaleza Divina del ser humano, critica categóricamente los esfuerzos por negar la relación que existe entre una acción, su agente, y su propósito, ya que dicha negación iría en contra de los principios fundamentales de la ciencia e invalidaría los principios auto-evidentes de la mente.

El propósito del cosmos

Los componentes de este universo en expansión, desde las partículas más pequeñas hasta las galaxias gigantes más sorprendentes, están enlazadas en un auténtico nexo, formando un todo uniforme. Este todo, con sus innumerables propiedades y modos de existencia, se encuentra en movimiento, movimiento general y universal. (Este punto de vista es corroborado por razonamientos filosóficos y teorías científicas.) El cosmos, como un todo uniforme, persigue un objetivo particular; se dirige a su destino. Una vez llegue a su destino, este mundo ruidoso y siempre cambiante, se transformará en un mudo sereno e inmutable. El mundo posterior, a diferencia de la conmoción presente, se caracterizará por la estabilidad y la armonía, sus imperfecciones serán arregladas y sus potencialidades serán realizadas.

De lo anterior surgen las siguientes preguntas: ¿Acaso esa estabilidad será relativa y comparable con el presente orden de cosas? ¿o será serenidad y estabilidad absoluta, sin verse afectada por el cambio? La verdad es que el mundo futuro gozará de una absoluta y auténtica estabilidad, una perfección total. La inestabilidad, algo característico en el mundo de hoy, será sellada y guardada bajo llave ya que el mundo habrá vuelto al punto donde se originó, completando así un ciclo perfecto, punto el cual, utilizando el termino “moderno”, la comprensión será en cuatro dimensiones ya que los fenómenos no tendrán una orientación temporal relativa.

Lo que hemos dicho en el párrafo anterior, aunque en forma breve (se trata de un tema muy complejo y hemos tratado de resumirlo en pocas palabras), deja en claro que el mundo futuro, hacia el cual se dirige la caravana cósmica a gran velocidad, será un lugar de estabilidad perfecta. Es seguro que a medida que tratemos de asimilar este tema, surgirán numerosas preguntas, las cuales serán la base para profundas y complicadas discusiones filosóficas (decimos complicadas porque los temas en cuestión son abstractos y escapan al entendimiento de los sentidos).

Desde el mismo momento en que abrimos los ojos y vemos las maravillas del mundo, todo está en movimiento, transformándose, evolucionando y luego deshaciéndose. Siempre hemos estado entre los pasajeros de esta caravana, y nunca volvemos a saber de los que la dejan “No se volvió a saber del que escuchó la verdad”.

Por lo dicho anteriormente, el tema en cuestión sólo puede resolverse por medio de un razonamiento filosófico meticuloso, basado en argumentos racionales apodícticos que se deriven de premisas válidas. (Es válido señalar que este tema filosófico se corresponde con la doctrina religiosa de la Resurrección como lo declaran las autoridades religiosas islámicas).

Propósito de Dios en la creación del mundo

Según lo dicho arriba, queda claro que el propósito tiene sentido sólo cuando hay dos elementos presentes: un agente (el cual se esfuerza en conseguir dicho propósito para satisfacer una necesidad inherente ) y una acción (la acción que realiza el agente con miras a obtener dicho propósito).

 Además, racionamientos lógicos han demostrado que Dios es Perfección Absoluta, sin defectos o necesidades. Al yuxtaponer las premisas anteriores, se puede concluir que se puede hablar de un fin al referirse a la acción de Dios, pero con respecto a la Esencia Divina, sería incorrecto hablar un propósito.

En otras palabras, la pregunta: “¿Cuál es el propósito de Dios en la creación?” puede interpretarse en una de las siguientes maneras: si la intención es indagar acerca del fin que busca la acción de Dios (es decir, cuál es su objetivo final), podría responderse que nuestro mundo imperfecto se dirige a un estado de mayor perfección. Si por el contrario, se quiere determinar cuál es la necesidad que Dios desea satisfacer o cual es el beneficio que Él quiere obtener al crear el mundo, la pregunta sería incorrecta.[1]

nuestras fuentes religiosas dicen a este respecto que el propósito de Dios en la creación del mundo es beneficiar a los demás no a Él.

Del análisis anterior se puede concluir que puede hablarse de propósito cuando el agente o la acción tienen una deficiencia que puede satisfacerse si se obtiene el propósito. Es por esta razón, que propósito, como se define generalmente, no puede aplicarse a los seres que trascienden el campo de la materialidades decir, Dios y los intelectos estrictamente inmateriales. 

Los filósofos, sin embargo, por medio de un análisis meticuloso han logrado comprender el propósito de una manera más ingeniosa. Para ellos, el propósito tiene dos significados. Uno se relaciona con la acción y determina su realización; el otro se relaciona con el agente e indica la satisfacción de una necesidad. El primer significado es perfectamente aplicable a las acciones de los seres inmateriales. Pero para entender esto es necesario ahondar en la explicación.

Las acciones de los seres inmateriales son instantáneas; es decir, no implican movimiento. Por lo tanto, sus acciones constituyen en sí mismas la realización de su propósito. Esto mismo puede decirse respecto del propósito existencial de los seres inmateriales. Al ser perfectos, su existencia es en sí misma la realización del propósito de su existencia. Desde este punto de vista, el propósito de Dios en crear el mundo es sólo Su Esencia, y el propósito del mundo es llegar a la perfección. El propósito de ese mundo perfecto es él mismo: el propósito en la creación de cualquier criatura perfecta es él mismo.

 

[1] Ya que esto presupone la existencia de la necesidad en la Esencia Divina. Dios, sin embargo, es Perfección absoluta; Él no tiene necesidades, y no hay mayor perfección que la de Él. [N. d. T]

 

Fuente: EL ISLAM Y EL HOMBRE CONTEMPORANEO, (Conjunto de preguntas realizadas a Al-lamah Tabātabā’i); Editorial Elhame Shargh

www.islamoriente.com, Fundación Cultural Oriente


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